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 EL ATLAS LINGÜÍSTICO DE LA PENÍNSULA IBÉRICA

EL DIALECTÓLOGO ALONSO ZAMORA VICENTE*

Por Antonio Viudas Camarasa

Real Academia de Extremadura

 

En esta ponencia pretendo situar la labor de Alonso Zamora Vicente como dialectólogo y mostrar su aprendizaje en la metodología aportada por Tomás Navarro Tomás a la ciencia filológica hispánica.

 

EL CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

Hoy, 13 de marzo de 2002, hace sesenta años que Alonso Zamora Vicente leía su tesis doctoral en la Universidad de Madrid. El director fue Dámaso Alonso, a quien expresó agradecimiento «por su constante guía y su exacto consejo», filólogo que influyó en la dedicación de Zamora hacia la investigación y la docencia universitaria.

El tribunal de tesis estuvo formado por Armando Cotarelo, Ángel González Palencia, J. Manuel Pabón, Dámaso Alonso y Joaquín de Entrambasaguas. Obtuvo la calificación de sobresaliente, la máxima que se otorgaba.

Un año después El habla de Mérida y sus cercanías (Madrid, 1943) veía la luz como anejo veintinueve de la Revista de Filología Española del Instituto «Antonio de Nebrija», en la editorial del Consejo Superior de Investigaciones Científicas. La colección seguía el número de orden como si la guerra civil no hubiera existido, pero la editorial patrocinadora había cambiado nombre y espíritu.

El originario Centro de Estudios Históricos, donde se formó Alonso Zamora Vicente, pasó a denominarse Consejo Superior de Investigaciones Científicas. La mayoría de los rectores de la antigua Institución tuvieron que exiliarse: Tomás Navarro Tomás, Américo Castro, Homero Serís, Pedro Salinas. Ramón Menéndez Pidal, ya jubilado de las labores docentes universitarias y Dámaso Alonso, en activo en su cátedra de Filología románica en la Universidad Central, fueron los únicos que quedaron en España, pero alejados de la dirección del nuevo Instituto.

Una de las tareas encomendadas al Centro de Estudios Históricos desde su fundación en 1910 consistía en «Organizar misiones científicas, excavaciones y exploraciones para el estudio de monumentos, documentos, dialectos, folklore, instituciones sociales y, en general, cuanto pudiese ser fuente de conocimiento histórico» [Leoncio López-Ocón Cabrera, «Manuel Gómez-Moreno en el Taller del Centro de Estudios Históricos»: http://www.ffil.uam.es/catalogo/madrid/ocon.htm].

Durante la carrera Zamora conoce y entabla una gran amistad con los tres grandes maestros de la filología española: Tomás Navarro Tomás, Ramón Menéndez Pidal y Américo Castro. Por las mañanas asiste a las clases de la facultad situada en la calle San Bernardo. Por las tardes colabora con Ramón Menéndez Pidal en el Centro de Estudios Históricos de la calle Almagro. Camilo José Cela, amigo y compañero de Zamora desde los años de bachillerato, escribió recordando los inicios: «--Lo de la facultad de Filosofía y Letras ya lo sabes, allí estuve del 32 al 36; después, al acabar la guerra, en el año 1940, me licencié. En la facultad coincidía con María Josefa en las clases de Tomás Navarro; yo trabajaba en el Centro de Estudios Históricos, con don Ramón, y ella en Índice literario, con Salinas. ¡Qué profesores, aquéllos! Don Américo era la imagen del entusiasmo, del afán de acercamiento a la juventud; don Américo era un verdadero maestro... » [«Alonso Zamora Vicente, hijo de Alonso y Asunción», PSA, 1973, pág. 120]. El quinteto de intelectuales de la foto que apareció en una revista ilustrada en 1930 es único y posiblemente irrepetible en la historia cultural hispánica: Tomás Navarro Tomás, Ramón Menéndez Pidal, Américo Castro y Pedro Salinas, sentados en sillones de mimbre y Homero Serís de pie, de fondo una mesa de despacho llena de material de trabajo y un mueble fichero, en la sede de la Institución en la calle Almagro.

 

Ilustración núm. 1. De izquierda a derecha: T. Navarro Tomás,

R. Menéndez Pidal, H. Serís, A. Castro y P. Salinas.

 

LAS EXCURSIONES

Los investigadores del Centro de Estudios Históricos recorrían España con medios modernos para captar la realidad, uno de ellos era una eficaz y práctica cámara fotográfica. El profesor Elías Tormo enseñó a Zamora Vicente a conocer y recorrer España: «Levantarnos con el día era la primera lección en aquella inolvidable facultad de letras, don Elías Tormo nos enseñaba en los constantes viajes por España. Nos enseñaba en esas horas tempraneras dónde se podían encontrar los mejores churros, la leche recién ordeñada, nos enseñaba las tiendecitas modestas donde comprar frutos secos, o las diminutas confiterías, con aire de salita familiar, donde probar los dulces característicos. Todo lo había visto yo ya con don Elías Tormo en mis tiempos de estudiante, en la Mérida casi diminuta de los años treinta. Recuerdo cómo, con su paso rápido e irregular, llegué con él, por vez primera, hasta el centro del puente romano: «Venga aquí siempre. Oirá los primeros pájaros, verá recortarse la ciudad contra el resplandor de la amanecida y aprenderá a defenderse de los ganados que se crucen con usted». He sido fiel a su consejo» [Alonso Zamora Vicente, «Un día extremeño más», Boletín de Real Academia de Extremadura, VI, 1995 [1996], págs. 190-191].

 

Ilustración núm. 2. En el puente romano de Mérida Zamora Vicente

aprendió de su profesor Elías Tormo y conoció a Miguel de Unamuno.

Foto Alonso Zamora Vicente, c. 1941.

 

En ese histórico puente Zamora conoció a Unamuno cuando se estrenó Medea en el Teatro Romano: «En una de esas expediciones mañaneras al Puente Romano, tuve el primer contacto con don Miguel de Unamuno. Aquel tropezón con el hombre leído y admirado, que, en ese dudoso instante tibio del amanecer, estaba allí, de pie, delante de la verja que cerraba el talud del río, frente por frente a la calle que bajaba de la plaza, probablemente como protección de descuidados, es todavía, lo he referido muchas veces y hoy debía volver a hacerlo, una experiencia muy fuera de lo común. Un grupito de estudiantes madrileños ha viajado hasta Mérida para asistir a la representación, en el teatro romano, de la Meda de Séneca, traducida por Unamuno» [Alonso Zamora Vicente, «Un día extremeño más», Boletín de Real Academia de Extremadura, VI, 1995 [1996], pág. 191].

EL MAESTRO TOMÁS NAVARRO TOMÁS

Tomas Navarro Tomás era Bibliotecario del Centro de Estudios Históricos y desde 1930 dio clases de Fonética en la Universidad Central. Maestro de dialectólogos preparó a estudiantes y encuestadores en la metodología dialectal: «El director del Laboratorio de Fonética Experimental del Centro de Estudios Históricos, D. T. Navarro Tomás, ha inaugurado en dicho Centro, en el presente año escolar de 1929-1930, un curso preparatorio de investigación dialectal, con orientaciones bibliográficas, ejercicios de transcripción y prácticas de laboratorio, al que asiste un grupo de estudiantes graduados españoles y extranjeros»[RFE, XVII, 1930, pág. 112]. Navarro Tomás en las Noticias de RFE, XX, 1933, hizo referencia a la muerte prematura del fonetista Pedro Barnils, doctor por la Universidad de Halle, director del Laboratorio de fonética experimental de Barcelona y director técnico de la Escuela de Sordomudos de la ciudad condal.

Ilustración núm. 3. Fotografía que le entregó Navarro Tomás a Zamora Vicente en una de sus visitas a Estados Unidos 

y que me facilitó para la realización del vídeo sobre el ALPI. Navarro Tomás apoya su pie derecho sobre el viejo Ford 

del equipo investigador del ALPI. Sanchis Guarner y Borja Moll lo han recordado en numerosas ocasiones.

 

En la Ilustración núm.3 Tomás Navarro Tomás posa apoyado en un viejo Ford, junto a un auxiliar del Centro de Estudios Históricos en un descanso en las encuestas del ALPI por la provincia de Madrid. Zamora Vicente recuerda los inicios con el maestro: «... entre los quimógrafos, el gramófono, los estantes con los discos del Archivo de la Palabra y el material creciente del Atlas Lingüístico de la Península se estrenó mi trato con Tomás Navarro Tomás» [BRAE, 1979, pág. 414]. Doble vertiente del quehacer filológico: «Por un lado, los textos, con su aparato de variantes; por el otro, la lengua viva, con sus matices» . Entre 1912 y 1913 Navarro Tomás visitó los laboratorios de fonética de Europa, aprendiendo con el trato de los fonetistas Grammont y Millardet en Montpellier, Viëtor y Wrede en Marburgo, Sievers en Leipzig, Panconcelli-Calzia en Hamburgo, Rousselot en París y Gauchat y Jud en Zurich.

 

 

Ilustración núm. 4. Laboratorios europeos de fonética experimental visitados por Tomás Navarro Tomás 

entre 1912 y 1913 situados en París, Hamburgo, Leipzig, Marburgo, Zurich y Montpellier.

 

EL DOCTORADO DE ALONSO ZAMORA VICENTE

Entre el doctorado académico de la posguerra y el doctorado honoris causa que la Universidad de Alicante le otorga durante la celebración del presente homenaje, Alonso Zamora ha publicado acertadas investigaciones y formado a numerosos discípulos. El tiempo vivido por Zamora forma parte de la historia de España de la que ha sido testigo intelectual y de la que ha dejado reflejo en su investigación y creación literaria.

Resulta triste para un joven no poder reconocer por escrito, por las circunstancias que le rodean, la valía científica de sus formadores. Zamora se preparó entre 1932 y 1936 en la Universidad Central y el Centro de Estudios Históricos. Fue testigo de dos cambios de domicilio de los centros educativos; el de la facultad, de la madrileña calle de San Bernardo al moderno edificio de la Ciudad Universitaria y el cambio del Centro de Estudios Históricos del Hotel de la calle Almagro, al edificio cercano al Cristo de Medinaceli. Inauguró el moderno edificio de Letras de la Universidad Complutense a medio terminar en un aula donde Navarro Tomás impartía sus clases de fonética. Observó con pena cómo las bombas destruían el edificio recién estrenado de su facultad, fue testigo de la reconstrucción de la Ciudad Universitaria y una mañana escolar de posguerra dio su primera clase de dialectología, en la misma aula donde escasos años antes recibía las explicaciones de fonética de su maestro Navarro Tomás. Esto sucedía en Madrid, mientras Navarro Tomás guardaba celoso los materiales del Atlas Lingüístico de la Península Ibérica y subsistía en su exilio con clases de Fonética, Métrica e Historia de la Lengua Española en la Columbia University de Nueva York, al mismo tiempo que daba conferencias en numerosas universidades de Estados Unidos y en la de Puerto Rico, de la que había sido profesor visitante desde 1925. Es la cara y cruz del desastre de una guerra. El joven discípulo Zamora Vicente en el exilio interior se esforzaba en continuar las enseñanzas del maestro, mientras éste, trasterrado, iniciaba a jóvenes extranjeros en la pronunciación y en la historia de la lengua española, huérfano de alumnos españoles y de patria.

Siempre he vivido con el profesor Zamora el reconocimiento a la labor de sus maestros y especialmente la de Navarro Tomás: «Cuando al comenzar mis primeros pinitos en el oficio estudié el habla de Mérida y me tropecé con el rehilamiento y las diversas realizaciones de las aspiradas y las implosivas, ¿es que no tenía que acudir a Navarro una vez y otra? » [Alonso Zamora Vicente: «Tomás Navarro Tomás (1884-1979] », BRAE, 1979, pág. 422].

Sever Pop (1950), autor del Atlas léxico «Pequeño atlas rumano» (1938) calificó El habla de Mérida y sus cercanías de trabajo notable en los estudios dialectológicos del español con la feliz expresión de «monografía modelo»: «Entre los trabajos dialectológicos realizados por los estudiosos españoles, me parece que la obra de Alonso Zamora Vicente, El habla de Mérida y sus cercanías (Madrid, S. Aguirre, 1943, en.4º, 153 págs., con 28 láminas conteniendo mapas, dibujos y fotografías) merece ser considerada como una monografía modelo, aunque algunos capítulos no son más que una especie de esbozo de los problemas que tratan...». [Sever Pop, La dialectologie. Aperçu historique et méthodes d´enquêtes linguistiques. Première partie. Dialectologie romane, I, 419]. Pop valora en gran manera el mapa de localización geográfica que sitúa al lector en el territorio de la región extremeña. El investigador rumano observa aspectos sociolingüísticos en la monografía de Zamora Vicente «...Las encuestas realizadas entre personas que pertenecen a la clase alta le han permitido verificar el grado de penetración del castellano; ha comparado los resultados obtenidos de este modo con las respuestas de la gente joven y las de los ancianos»... «...Zamora Vicente ha empleado el cuestionario de El Atlas lingüístico de la Península Ibérica, ampliado o reducido según el fin que se proponía (cf. p.12)» [ I, 417]. La obra fue reseñada muy positivamente entre otros por Ángel Rosenblat, Manuel de Paiva Boléo, G. Rohlfs y Fritz Krüger.

 

Ilustración núm. 5. Tarjeta de visita de Sever Pop que fotografié en el ejemplar que se conserva en la 

Fundación Biblioteca «Alonso Zamora Vicente» de Cáceres.

 

EL CUESTIONARIO DEL ALPI

El Cuestionario del Atlas Lingüístico de la Península Ibérica, correspondiente a Cadalso de los Vidrios (Madrid) ha sido divulgado gracias al hallazgo del profesor David Heap [URL: http://www.uwo.ca/french/atlas/]. El pie de imprenta del Cuestionario data de 1930 y la encuesta de Cadalso de los Vidrios fue realizada el 2 de junio de 1931. Zamora siendo estudiante conoció a los encuestadores del ALPI, dirigidos por Navarro Tomás: Francesc de Borja Moll, Aurelio M. Espinosa [hijo], Aníbal Otero, Lorenzo Rodríguez-Castellano, Manuel Sanchis Guarner, Rodrigo de Sâ Nogueira y Armando Nobre de Guzmão.

Confío en que el profesor David Heap pueda publicar completos los cuestionarios del ALPI, como testimonio póstumo a los hombres de ciencia del Centro de Estudios Históricos, cuyo único superviviente es Alonso Zamora Vicente. Si se consiguen todos los cuestionarios rellenados la labor habrá sido de auténtica arqueología dialectal, además de única en la historia de la dialectología universal. Zamora Vicente fue testigo de los desvelos de Navarro Tomás desde 1932, puesto que por las tardes trabajaba en el Centro de Estudios Históricos. Admiró e imitó el trabajo del fonetista, del grabador de las voces del Archivo de la Palabra, del director del ALPI y de la Biblioteca del Centro.

La labor de investigación llevada a cabo por el profesor Heap es admirada por todos los historiadores de la dialectología hispánica, ya que aportará nueva luz sobre uno de los puntos más oscuros de la historia de la filología peninsular: el paradero de los materiales del Atlas Lingüístico de la Península Ibérica del que tantas cosas se han dicho y del que tantas incógnitas se deben y están por aclarar. El tema es apasionante, lo que me llevó, en el otoño del 2000 a recopilar materiales para la edición del Vídeo Atlas Lingüístico de la Península Ibérica, realizado con motivo de Al trasluz de un mago del idioma. Homenaje al Excmo. Sr. D. Alonso Zamora Vicente, [http://www.biblio-zamoravicente.es/actos.htm], que se exhibió en la exposición paralela sobre Fonética experimental en torno a la figura de Tomás Navarro Tomás [Fundación Biblioteca Alonso Zamora Vicente, Cáceres, marzo 2001].

Sobre el paradero de los materiales del ALPI, a lo largo de mi vida profesional siempre he oído que se traspapelaron hasta extraviarse en las dependencias del Consejo Superior de Investigaciones Científicas sin que nadie aportara pruebas y responsables concretos. Últimamente en setiembre de 2001, el investigador y dialectólogo el Dr. Francisco Gimeno Menéndez (Universidad de Alicante) me comunicó la versión de que mi profesor, el recientemente fallecido Manuel Alvar, al hacerse cargo del Departamento de Geografía Lingüística del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, buscó infructuosamente los materiales; en los últimos años de su vida apuntó hacia la hipótesis de que uno de los últimos encuestadores los custodiara con el fin de que no fueran a parar, cumpliendo la voluntad y el deseo de Navarro Tomás a manos poco adecuadas. La historia y el azar pueden ayudar a su hallazgo.

Mientras tanto sigue viva la pregunta ¿qué pasó con los materiales del ALPI después de la publicación del tomo I (Fonética)?¿por qué el CSIC desistió de continuar su publicación? Parece ser que el profesor David Heap tiene en su poder las claves, pero por ahora (setiembre de 2002) sólo ha ofrecido una muestra correspondiente a Cadalso de los Vidrios.

¿Qué le debe Alonso Zamora Vicente a Tomás Navarro Tomás? Evidentemente sus enseñanzas. Y ¿qué le debe Navarro Tomás a Zamora Vicente? El reconocimiento de maestro a través de sus obras y amistad. No seré yo quien lo afirme, es el propio Zamora Vicente quien lo ha confesado reiteradas veces. A mí me cabe la entrañable oportunidad de exponerlo.

El magisterio y la labor investigadora de Navarro Tomás se encuentran con tono personal en las investigaciones del dialectólogo Zamora Vicente. En este sentido he titulado el presente ensayo. Delimitar cómo el aprendizaje del Atlas Lingüístico de la Península Ibérica tiene un fruto inmediato en la labor del investigador Zamora Vicente. Si la publicación del ALPI ha sido una labor frustrada, los trabajos del mismo y de sus protagonistas han llenado las páginas más genuinas de la dialectología española. El director fue pionero científico de los métodos de la dialectología europea. En fonética experimental fue un avanzado y de este modo hay que acercarse a su labor. En cartografía lingüística demostró en el trabajo de campo y en la interpretación de los mapas ser un perito. Por otro lado es de lamentar que la historia de nuestra comunidad científica haya sufrido las consecuencias de una guerra no deseada. Lo ha confesado Zamora Vicente en estos días del Congreso. El joven Zamora estuvo muy cerca científica y humanamente de Navarro Tomás durante los tres años de guerra civil. El recién titulado universitario en julio de 1936 se encuentra preparado para ir de instructor con muchachos de un barrio madrileño a una colonia juvenil en Galicia. Aquel proyecto se vio frustrado y trastocado por la incorporación a levas militares. Al ser nombrado Navarro Tomás responsable accidental de la Biblioteca Nacional y Vicepresidente de la Junta de Protección del Patrimonio Artístico, Zamora contribuyó con su maestro desde su puesto de soldado a la conservación de las obras y traslado hasta Valencia. Testimonio de su labor es la foto realizada en Valencia que Zamora ha comentado reiteradas veces, donde se ve a Navarro Tomás enseñando a los representantes internacionales el cuadro de las Meninas de Velázquez.

AVANZADILLA EN ESTUDIOS DE FONÉTICA EXPERIMENTAL

La aportación fonética de vanguardia científica que se encuentra en el habla de Mérida ha sido resaltada por Sever Pop: «...Después de esta introducción, el autor examina algunas particularidades fonéticas, utilizando un buen número de quimogramas y palatogramas» [La dialectologie, I, 417]. Zamora fabricó, en la posguerra, un quimógrafo de campo similar al que tenía el Centro de Estudios Históricos en Madrid antes de la guerra que fue exhibido en la exposición cacereña de 2001 [Vid. Catálogo de la Exposición Orígenes de la fonética experimental en España. Fundación Biblioteca Alonso Zamora Vicente. Marzo 2001. Cáceres]. Al analizar el rehilamiento emeritense Zamora Vicente tuvo como referencia un artículo de Navarro Tomas [RFE, XXI, 1934]. Muestras de quimogramas encontraremos en sucesivos trabajos de Zamora sobre el habla albaceteña, el rehilamiento porteño y las vocales mexicanas. Por cierto, el quimógrafo no obtuvo pasaje aduanero en un viaje de regreso de México y debió abandonarlo en las dependencias policiales de frontera.

 

 

Ilustración núm. 6. Quimogramas publicados en El habla de Mérida y sus cercanías (1943), grabados con el quimógrafo de campo, 

propiedad de Alonso Zamora Vicente, de fabricación casera, donde se observa la realización sonora de la aspiración merideña.

 

 

Ilustración núm. 7. Palatogramas del habla de Mérida, grabados por Zamora Vicente, siguiendo las técnicas de Navarro Tomás aprendidas en el Laboratorio de Fonética del Centro de Estudios Históricos.

Sever Pop resalta también el valor del vocabulario aportado y el estudio de las industrias básicas de la región: «El Vocabulario sin embargo ocupa la mayor parte del trabajo (págs. 55-148); se completa a menudo con dibujos. Su importancia es innegable, ya que el autor afirma no haber registrado más que los términos oídos en las conversaciones ordinarias». Esta frase de Sever Pop habla por experiencia propia de autor de un Atlas Lingüístico. En numerosas ocasiones quien sigue un cuestionario fijo ve cómo las respuestas no reflejan la realidad lingüística que se examina. Por eso la apostilla de que Zamora Vicente no registró más que las voces oídas en conversaciones ordinarias.

El riesgo de seguir espartanamente un cuestionario tiene como consecuencia la fragilidad de las respuestas de los informantes, que en numerosas ocasiones llegan a falsear el habla local por diversas causas, ante el encuestador filólogo que puede no percatarse de ello. Consciente de esta situación, en las encuestas realizadas más tarde en Libardón (1953) Zamora busca lo genuino y auténtico del léxico recopilado: «Casi es innecesario añadir que no he manejado cuestionario alguno. Todo el léxico recogido ha sido rastreado en sucesivas y múltiples conversaciones ante los objetos descritos y viendo, durante largo tiempo su funcionamiento, su desarrollo o su fabricación» [Palabras y cosas de Libardón, pág. 14].

Ha pasado el tiempo y tanto en trabajos propios como en la observación directa del habla de Mérida, he comprobado que el léxico recogido por Zamora reflejaba el habla de la posguerra e incluso todavía está vivo en usuarios mayores de cincuenta años. Las generaciones menores han evolucionado lingüísticamente paralelas a la evolución social. Se ha pasado de una España rural que entregaba la harina a la tahona y se la llevaba transformada en pan a una sociedad industrial de pan prefabricado; de unas técnicas de trabajo donde cada agricultor pisaba en el lagar familiar la propia pitarra al nuevo proceso industrial de la elaboración del vino. En la transformación se están olvidando ya numerosas palabras y giros lingüísticos que describían las faenas agrícolas tradicionales.

El gran valor de la obra de Zamora Vicente y de este modo lo reconoció Sever Pop fue escribir una monografía dialectal, en tiempos recelosos de posguerra, pero con las técnicas más avanzadas de la época, técnicas que habían llegado a España gracias la generación de Quijotes, capitaneados por Joaquín Costa y Ramón y Cajal, que supo crear la Junta para Ampliación de Estudios y a su vez el Centro de Estudios Históricos, donde personalidades de la talla de Ramón Ménéndez Pidal, Tomás Navarro Tomás y Manuel Gómez Moreno elevaron la ciencia española a la categoría de internacional.

El habla de Mérida es el reflejo de la avanzadilla científica española, truncada en muchos aspectos por el desastre de la guerra, pero que en filología se mantuvo. Los avances del Centro de Estudios Históricos, a pesar del exilio y de estar vetada la alusión oficial a sus nombres, tuvieron en el estudio de Zamora Vicente un fiel testigo.

Frente a los incipientes y precipitados estudios de algunos dialectos los trabajos preparatorios del ALPI duraron más de dos décadas. Se debe anotar que en la segunda década del siglo XX Menéndez Pidal ideó la confección del ALPI. El propio Zamora ha insinuado el hecho al referirse a la excursión de los maestros de la Junta de Ampliación de Estudios: «Excursión de Ramón Menéndez Pidal, Américo Castro, Tomás Navarro Tomás y Martínez Burgos por Asturias, León, Zamora, Salamanca, en 1911. Recién llegado el último fascículo del Atlas Lingüístico de Francia» [BRAE, 1979, pág. 416].

El primer tercio de siglo XX la filología europea abandonó los métodos de la gramática histórica y se modernizó con las encuesta de campo, tanto para recoger las tradiciones y la literatura oral como para analizar el habla viva con el método de Wörter und Sachen. Respecto a los textos orales modernizó métodos, respecto a la propia habla se benefició de los avances tecnológicos ocasionados por el invento del teléfono, la radio, el gramófono y la fotografía. En el habla de Mérida se observa a un Zamora Vicente pertrechado de una cámara fotográfica, por cierto, es uno de los primeros libros donde además de dibujos se insertan fotografías para su ilustración, y preparado con los avances de la física acústica: el quimógrafo. El palatógrafo también tuvo que ver con los avances de la fotografía, puesto que el resultado de algunos palatogramas debía ser impresionado por una cámara para poder ser analizado. Todo aquello que los laboratorios hacían en bancos de experimentación, Zamora lo exhibió ante sus sujetos informantes en la pensión que ocupó en la Rambla de San Eulalia de Mérida. No es de extrañar que cuando Sever Pop recibió el libro, después de los desastres de la Segunda Guerra Mundial, reflejara en breves páginas tantos méritos. Toda la metodología más avanzada en fonética experimental, en grabación de voces (recuérdese que Navarro Tomás fue el artífice del Archivo de la Palabra) y en tecnología fotográfica estaba reflejada en las páginas de El habla de Mérida y sus cercanías. Todo esto relacionado con la parte tangible y audible de la lengua; respecto a la parte inmaterial, al vocabulario y al pensamiento, Zamora Vicente demostró con láminas sobre «el nombre del jilguero» y el juego de la toña o bilarda que había aprendido el método de la geografía lingüística. Este primer ensayo de geografía lingüística tendrá una demostración definitiva como método en el análisis de variados aspectos (la geada, sufijos y diptongos) de las isoglosas de la lengua gallega y en el trabajo realizado en colaboración sobre las vocales andaluzas.

 

Ilustración num. 8. Grabador eléctrico, publicado en el Semanario ABC 1933. 

Un aparato similar a este utilizó Tomás Navarro Tomás para la colección Archivo de la palabra.

 

ZAMORA VICENTE ETNÓGRAFO

No cabe duda que el joven estudiante del Centro de Estudios Históricos es el mejor discípulo del genio de la fonética española del siglo XX. Un investigador demuestra que pertenece a una escuela por el estilo con que marca sus obras. El habla de Mérida pertenece a la escuela de Navarro Tomás porque rezuma por sus páginas la metodología que Navarro enseñó a los encuestadores del ALPI, a estudiantes de los cursos de extranjeros y a los alumnos de Fonética experimental de la Universidad Central. El maestro imprimió una gran calidad científica en la redacción del trabajo sobre la frontera del andaluz, publicado en 1933, que Zamora Vicente siempre ha valorado durante toda su vida profesional y en el discurso de ingreso en la Real Academia de la Lengua que versó «Sobre el acento español», planteando problemas todavía vigentes acerca de la pronunciación que debía predominar en el cinematógrafo, extrapolables a los medios de comunicación oral.

Zamora en el habla de Mérida demostró ser un fonetista especializado, experto lexicógrafo y concienzudo etnógrafo. Atinado fonetista porque describió magistralmente el rehilamiento merideño, experto lexicógrafo porque su vocabulario ilustrado con dibujos fue un anticipo del Diccionario Manual que dirigió con María Josefa Canellada y concienzudo etnógrafo, porque siguiendo las enseñanzas, sobre todo de Fritz Krüger, supo dar una visión intrahistórica de las industrias del corcho y el carboneo.

Ilustración núm. 9. Portada de la reedición de El habla de Mérida

y sus cercanías. 1983

 

Zamora Vicente, con motivo de la reedición del libro por el Excmo. Ayuntamiento de Mérida, en la inauguración de la calle dedicada a su nombre, expresó que desde la nueva metodología sociolingüística el libro no sirve de modelo de avanzadilla filológica, pero lo que quiso decir es que no se podía seguir realizando la misma dialectología en 1983 que en 1940, cuando la vida rural española todavía conservaba las formas tradicionales de trabajo.

Con palabras seguras resaltó su mérito: «Tiene, eso sí, el valor de testigo de una época en la lingüística española, de signo abanderado de una manera de hacer dialectología bien hecha, pero el contenido, el resultado diríamos, ya pasó, ha pagado su tributo de ir muriéndose un poco cada día. Durante muchos años, ya lo he dicho en alguna ocasión, hemos estado haciendo dialectología con los criterios etnográficos-históricos, que, es indudable, aún pueden dar resultados, información justa e inequívoca, pero hemos de variar la meta de nuestras apetencias y tareas... [«Prólogo a la presente edición», El habla de Mérida y sus cercanías, Mérida, 1983]. Claramente se muestra partidario del estudio de las variantes socioculturales que conforman el habla cotidiana: «Hoy vemos con limpia claridad que en el fondo de toda diversificación lingüística subyace una norma idiomática, respaldada por las diversas variantes socioculturales que constituyen su entidad social. Habla el inculto, y el culto, y el iletrado y el sabihondo, el clérigo y el pastor. Entre todos surge el habla cotidiana, la que nos debe preocupar. Y cada uno de estos grupos humanos varían sus apetencias momentáneas, las que terminan por retratar cumplidamente su yo histórico y social» [«Prólogo a la presente edición», El habla de Mérida y sus cercanías, Mérida, 1983].

Si en el habla de Mérida ya se atisba la faceta de etnógrafo de Zamora Vicente, es en Palabras y cosas de Libardón (Colunga) [Granada, 1953] donde su formación tan cercana a la escuela de Hamburgo se desarrolla. En este libro además de mostrarse como un hábil dibujante y fotógrafo ofrece un enfoque etnográfico palpable. En la introducción se vislumbra el Zamora observador. Hace notar al lector que, además de la casa asturiana con hórreo y panera, en las nuevas edificaciones de Libardón destacan las construcciones de los indianos o americanos «con un vago recuerdo de la casa rural pampeana» (pág. 8). Cada elemento estudiado (El molino, yugo, carro, lagar, madreñas) es analizado tanto desde el punto de vista lexicográfico como desde la descripción del objeto en sí.

En los años treinta, los años del ALPI, la etnografía y los tipos populares estaban de moda en las revistas semanales. Hemos comprobado que en el Semanario del diario ABC se dedicaban grandes espacios con fotos donde se describían visualmente tipos populares con sus atuendos tradicionales de las distintas regiones de España. Me vienen a la memoria: gallegos de Villagarcía (Pontevedra), montañeses de Santander, jóvenes de Ansó, Echo y La Alberca; escenas de personas tomando el sol en el pueblo madrileño de Fuencarral; el horchatero con su carrito o carros cargados con familias dirigiéndose hacia las playas del litoral murciano.

Ilustración núm. 10. Rodezno de un molino en Libardón. Dibujo de Alonso Zamora Vicente.

 

La juventud de Zamora Vicente coincidió con la recuperación del folclore musical iniciada por Eduardo Martínez Torner y también del traje popular para el Museo Nacional y la edición de los primeros manuales de folclore español.

Este ambiente cultural humanístico que tanta información ofrece al lexicógrafo vemos que es despreciado por ignorado por algunos profesionales que piensan que sólo son dignos de estudiarse aspectos parciales del análisis del discurso. Es muy cierto que el movimiento de rescate de la cultura popular etnográfica iniciada por la escuela de Hamburgo (Krüger, Bierhenke, Fink y otros), se ha convertido ya en arqueología dialectológica que contribuye a la formación de un museo lexicográfico ideal de unas formas de vida que han dejado de tener vigencia.

En ese sentido hay que matizar la frase de Zamora Vicente y afirmar que estos libros sirven para configurar la historia de la dialectología, que en los últimos años ha evolucionado en sus métodos debido a los cambios socioculturales experimentados: el paso de la sociedad rural a la urbana y últimamente a una sociedad comunicativa global. La etnografía estudiada por Zamora es un testimonio lexicográfico imprescindible y tiene fundamento científico, mientras que ciertos museos etnográficos y sus catálogos apilan objetos y fotografías sin ningún tipo de referencia lexicográfica ni etnográfica, coleccionados como si acabaran de salir del taller artesano o del anticuario que los reunió.

Zamora Vicente es punto de referencia indiscutible para todo investigador que con rigor científico se asome al campo de la dialectología como ciencia innovadora que se inició en el seno de la Escuela Española de Lingüística. Pertenece a la segunda generación de los discípulos de Ramón Menéndez Pidal y es el último exponente de la misma. En el aspecto tratado en el presente ensayo supo recoger las enseñanzas de Navarro Tomás y del ambiente científico que vivió en su juventud, el renacer de la fonética experimental, el avance de la lexicografía gracias al método de palabras y cosas y la implantación de los estudios de geografía lingüística en la ciencia española. A partir de los años cincuenta otras generaciones, entre las que se encuentran discípulos suyos (Emilio Alarcos y Manuel Alvar López entre otros) enlazarán la dialectología española con los métodos del estructuralismo europeo, la cartografía regional y la sociolingüística, inaugurando otra fructífera etapa dentro del panorama científico español.

Malpartida de Cáceres

Marzo-setiembre 2002

* El presente se ha publicado en el HOMENAJE A ALONSO ZAMORA VICENTE. CONGRESO INTERNACIONAL: LA LENGUA, LA ACADEMIA, LO POPULAR, LOS CLÁSICOS, LOS CONTEMPORÁNEOS. UNIVERSIDAD DE ALICANTE (Del 11 al 15 de marzo de 2002)


 

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