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LUIS ÁLVAREZ LENCERO

Badajoz 1923-08-09 -- Mérida 1983-06-10

Por Antonio Viudas Camarasa

Real Academia de Extremadura

Albacea del espíritu de Manuel Pacheco

 

Recuerdo vivo de Luis Álvarez Lencero


 

 

 Manuel Pacheco

 

Los espejos del recuerdo*

Te miro en tu estatismo lejano del Dolor, ese DOLOR que tanto tiempo fue minando tu cuerpo, pero no pudo minar tu Alma de Poeta, tu Alma de Dibujante, tu Alma de Escultor luchando contra el hierro que estaba fríamente catatónico y tu imaginación, tu fantasía y tus esfuerzos lo saca de la dureza cotidiana transformándolo en Esculturas-GRITOS que denunciaban el feroz capitalismo de nuestro mundo, el egoísmo de unos pocos y la marginación de millones de mujeres, hombres y niños que mueren de hambre mientras esa minoría enferma de tanto comer, y recuerdo aquel veintiséis de abril de una Feria del Libro de hace diez años. Jesús Delgado Valhondo y yo subiendo unas escaleras de un piso situado en las afueras de Mérida donde te encontrabas metido en la circunferencia del cáncer, tú, un lado de nuestro Triángulo poético formado por ti, por Valhondo y por mí. Miré fijamente tu cabeza de Santo sin Altares con una larga barba que cubría tu rostro de color sepia, de fotografía perdida en el Diván de los sueños que nos decía el terrible verso de Miguel Hernández:

TANTO PENAR PARA MORIRSE UNO.

Todos tenemos que morir rezaba Valhondo queriendo dar esperanza a la total desesperación, y recordé unos versos míos que rompían todas las ilusiones /LA ESPERANZA ES LO PRIMERO QUE SE PIERDE/ Y DE ILUSIÓN TAMBIÉN SE MUERE/ Y tu voz convirtió el recital de la ciudad de Mérida en un pozo vacío donde el agua tenía el color de la cara de la Secretaria de Dios (la muerte), y tu testamento en forma de poemas se despedía de todos tus amigos y el público que llenaba la sala del Hotel Emperatriz aplaudió al poeta enfermo que escucharía en su cama el SONIDO DE LAS LÁGRIMAS.

Y hoy, tu cuerpo tendido con su peso de polvo en la tierra sigue gritando en tus poemas vivos, en tus dibujos vivos y en tus esculturas vivas, LA PAZ, EL AMOR Y LA LIBERTAD QUE SIEMPRE NOS DA LA POESÍA. Y para tu escultura tendida, y tu rostro sereno, escribo un poema para sentirte vivamente lejano en la GALAXIA DE LA POESÍA.  

 

* Publicado en El yunque de un poeta (1995), págs. 91-92

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