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Manifiestos culturales

 

Soy poeta por encima de mi propia vida*...

Manifiesto ético-literario de Luis Álvarez Lencero

escrito para defenderse de la censura franquista

 

9 de agosto de 1971

 

Escrito, como razón cuarta, en el  pliego de descargo contra los cargos imputados por el Delegado Provincial 

del Ministerio de Información y Turismo de Badajoz con motivo del  secuestro del libro Juan Pueblo que imprimió como autor-editor

 

 

 

CUARTO

   Soy poeta por encima de mi propia vida. Mi preocupación poética es el Hombre. A él y por él doy mis aletazos roncos. Soy del pueblo y lo amo con rabia y lo llevo sobre el hombro por las calles de la verdad. Cada poeta viene a la tierra con un destino. Partimos todos del epicentro de la Poesía para que cada una de nuestras voces va[ya]

a cumplirse por la tierra.

   Yo me siento preñado virilmente de una poesía honda, sincera, varonil, de fuego español y vertical grito, que empuño con el alma en la mitad de la plaza del mundo. Mi postura es universal y busco la salvación del HOMBRE que canto a bocajarro, cara a cara, no me importan la raza, el color y el pensamiento. Pienso desde mi poesía en el negro que sufre la bota del poderoso, o en el blanco que lleva sobre el cuello la voluntad de su amo. Abrazo al amarillo y al cobrizo porque también son mis hermanos. Cualquier hombre que sufre y llora  y se pudre y clama y se retuerce sin pan y sin cultura y sin progreso y sin futuro tiene que ser escuchado pese a quien pese. Quiero que el aire sirva para las alas del espíritu y de la materia. Sueño la verdad, el árbol de la verdad con su humo verde de esperanzas para todos. Pido, exijo el amor en una mesa redonda universal para todos los seres que pisamos la tierra. La luz para lavarnos la cara, el corazón y los callos de las manos y las frentes. El pan distribuido generosamente, sin limosnas, por derecho de sudor y de trabajo a los hambrientos de felicidad.

   Si el hombre que se viste por los pies es español tiene que llorar sangre e izar su alma generosa ante tanto niño famélico que se pudre al parto de las bombas, ahogado en lágrimas y con los brazos tendidos en busca de sus madres pisoteadas por la metralla, pero esos niños solo encuentran la muerte a su alrededor. ¡Pobres niños africanos!...

   La Poesía que me invade, me socava las entrañas, que me afila el esqueleto y me estalla el corazón, se salta por la boca como río de fuego incontenible, de sangre para abrazar con amor de hermano a todos los seres del mundo. Vivo mi tiempo. soy del presente. Adelanto mis pasos al futuro con mi certidumbre responsable de varón. Antes del horrendo fracaso del hombre. Antes de las máquinas de exterminio. Antes del posible cementerio universal. Antes del dolor eterno. Antes de que el mundo sea un bosque de huesos calcinados, en medio de los latigazos que nos damos, dentro del fango en nos hundimos. Empuño al hombre que me con-

 

tiene, el que parió mi madre en Badajoz, el que se tragará la tierra, y grito me consumo de amor hasta morirme. Que es posible alcanzar las estrellas y vivir la vida con alegría si somos hombres de buena voluntad. Cada uno en su sitio. Cada ladrillo-hombre en el gran edificio de la humanidad. Ladrillos iguales; barro cocido en la sangre maternal con los mismos derechos de vida y de progreso. No importa ser ladrillo junto al suelo como el que forma parte de un alado arco. Lo inmenso, lo grande, es el apretado abrazo de todos para sostener en pie la vida, el edificio de la vida con las ventanas abiertas, las puertas de par en par por donde entren y salgan los pájaros de la felicidad. Pienso que es posible la felicidad y la paz en el mundo para el alto y para el bajo, para el lleno y el vacío, si damos hasta la sangre con amor para amasar el bien de todos. Libertad y justicia humana, en donde los hombres tengan todas sus necesidades físicas y espirituales cubiertas, tengan techos y paredes todos, tengan la comida y el libro sin agachar cuellos y corazones, tengan cama para el amor y para morirse, tengan la vida, el sol, el mundo, el trabajo, la esperanza, la verdad, el bien, el amor, la alegría, de la dignidad humana.

   La Poesía es la voz del pueblo. Infunde amor y denuncia cara a cara el espantapájaro de la insufrible mentira universal que se padece. Problema que coloca al poeta a punto de sacrificio. Pero por Hombre, por poeta y por Juan Pueblo que es también llevará sobre el hombro la pena de no haber sido comprendido cuando en verdad le duele el alma ante tantos y tantos acontecimientos mundiales.

   El sol es para todos los hombres de la tierra como lo es la muerte cuando se nos presenta.


*Inserto como defensa  en el pliego de descargo por la publicación Juan Pueblo, en la copia  conservada en el archivo familiar de Juan M. Tena Benítez. Me informa Juan M. Tena que en el aspecto jurídico estuvo asesorado por el despacho de los Díaz Ambrona,  pero el aspecto literario del pliego de descargo se debe exclusivamente a la redacción del propio Luis Álvarez Lencero. 

 

 

Foto* tomada en 1972. En el centro  el abogado José Díaz Ambrona, que asesoró a Luis Álvarez Lencero en la redacción del pliego de descargo contra la censura franquista. A la derecha de Díaz Ambrona Luis Álvarez Lencero y Manuel Pacheco, con su cartera moruna. A su izquierda Jesús Delgado Valhondo y Arsenio Muñoz de la Peña. En el reverso de la foto Arsenio Muñoz de la Peña le escribió a Luis Álvarez Lencero el siguiente texto:

"Badajoz, 11-11-72. Para Luis Alvarez Lencero --árbol caído y estrella futura en su cenit, salina teñida y carne empapada en nuestra amistad eterno poeta que enlaza con Cristo y Miguel Hernández, y un fuerte abrazo de entusiasmo, esperanza y fe. Arsenio.

*Gentileza de Juan M. Tena Benítez.

Última actualización 18/10/05