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Diario de un académico de provincias

Por

Antonio Viudas Camarasa

Académico Numerario, en posesión de la Medalla número 20, 

 de la Real Academia de Extremadura de las Letras y las Artes

 

2003-12-02


Carta a dos fundadores de la Asociación

"Estudio y divulgación del Patrimonio Lingüístico Extremeño" 

Reflexión sobre el art. 366 de la Constitución de las Cortes de Cádiz, 1812.

 

    Queridos amigos:

En la documentación que me enviasteis  para mi curso de doctorado "Política lingüística, norma y variantes" encuentro la raíz histórica del extrañamiento de nuestros dirigentes sobre las lenguas y hablas de España.

 El artículo 366 de la Constitución Española de 1812, la de Cádiz, la de los afrancesados se lee:

Art. 366. En todos los pueblos de la Monarquía se establecerán escuelas de primeras letras, en las que se enseñará a los niños a leer, escribir y contar, y el catecismo de la religión católica, que comprenderá también una breve exposición de las obligaciones civiles.

    Este artículo fue el inicio de la desaparición paulatina de las lenguas y modalidades lingüísticas  minoritarias, entre las que se encuentra el altoextremeño, llamado por algunos ehtremeñu, para diferenciarlo del extremeño no altoextremeño. 

 

    Muy al estilo afrancesado se enseñó a los ciudadanos españoles, durante casi dos siglos, sólo a leer y escribir en la lengua de la monarquía y se olvidaron las lenguas de las minorías.

 

    Después en los años cincuenta  y los sesenta del siglo pasado  nacieron chirivejes, hijos de regionalistas o extremeños concienciados, crecieron, se hicieron licenciados o maestros de "muchachinus", dando codazos llegaron a escritores o articulistas de cuota, luego algunos se convirtieron en políticos  y desde hace unos años se resisten a no llevarse sus buenos "eurinos" a casa, olvidándose con encono de cómo hablaban sus abuelos e incluso sus propios padres con el acento de esta variopinta Extremadura. Es la pretensión de una nueva pseudocultura que autolegitimiza su falseado argumento.

 

 

    Se hacen españolistas y tienen a Extremadura en la cola del desarrollo europeo. Ni leen su historia y a veces, la mayoría, se avergüenzan de ella, aunque eso sí están convencidos de protagonizar su mejor historia. No cabe duda.

 

Los tiempos han cambiado desde 1812. España ha pasado de ser un estado confesional  a estado laico, de país monárquico a una monarquía parlamentaria de Jefatura del Estado.

 

    Se ha olvidado la ética del catecismo y del Código Civil, se ha aprendido a leer, escribir y contar, pero todavía no se ha conseguido que los ciudadanos ejerzan el  derecho de aprender a pensar y opinar libremente. 

 Los censores y torquemadas no quieren ni pueden olvidar su oficio. En numerosas ocasiones impiden que los españoles, que ya saben leer y escribir, se expresen sin corsés. En sus códigos éticos tal vez la palabra respeto sólo tenga la acepción que les corresponde a ellos, vacía de contenido respecto a los demás.

 

    Son necesarias todavía muchas horas de libertad para que cada español se manifieste como él desee, sin que surja una caverna de españolistas diciendo cuáles son las normas que se deben cumplir en redacción y dicción. La creatividad es una asignatura pendiente en este país de gozos y sombras.

 

    Este año hemos sufrido desafortunadas declaraciones,  y nos tocará seguir oyendo sandeces e impertinencias  en el futuro próximo, mientras los profesionales de la política,  únicos ciudadanos que parece ser gozan de libertad de expresión en cualquier medio, no se lean detenidamente y la comprendan la Biblioteca Virtual Extremeña y la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos que es donde está probablemente la mejor antología de la cultura española e iberoamericana de hoy en día. 

 

    Por cierto, ese artículo 366 de la Constitución de Cádiz, con la referencia a una "breve exposición de las obligaciones civiles", sería muy conveniente que se lo entregaran impreso a un numeroso grupo de políticos y pseudopolíticos para que ejercieran al tiempo de respetuosos con el público al que se dirigen, en definitiva los ciudadanos que tributan y  a quienes tienen la obligación moral y social de servir. Esto va en consecuencia de la falta de información y documentación de que algunos hacen gala, pero que derrochan argumento de autoridad en temas que además de no dominarlos causan estupor por la falta de rigor convincente.

 

    Hace meses alguien me contó la historia de un ejecutado de la guerra civil que había escrito, en la cárcel, en el papel de estraza de un bocadillo de chorizo la frase "Mañana me fusilarán: no quiero venganzas". Años después su hermana mostraba en el comedor de la  casa su foto enmarcada y debajo sujeto con una chincheta su testimonio, que se leía cómodamente desde el sillón de la mesa-camilla. Sucedió en Azuaga, Extremadura, en 1936. El autor de la frase manuscrita en papel de estraza era el propietario de un Diccionario de la lengua castellana, tercera edición de 1871, que contiene "Todas las voces de nuestro idioma, las técnicas, de ciencias, artes y oficios, las provinciales, las americanas, el dialecto de los gitanos (lengua germánica), e infinidad de palabras y acepciones que faltan a los diccionarios publicados hasta el día". 

 

    Ahora parece que hay quienes opinan que eliminando modismos y regionalismos del Diccionario de la lengua española se hace más pura, pero están muy equivocados y su ignorancia cultural los desenmascara.

Saludos de 

Antonio

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