Testimonio núm. 3.

1979 febrero.

                               La Academia de Extremadura, Alminar, Núm. 2, febrero 79, pág. 19.

                          «La Academia de Extremadura, es decir la que será Real Academia de Ciencias y Letras de Extremadura, será pronto realidad, ya que se espera su creación definitiva, ratificación y puesta en marcha en el VI Congreso de Estudios Extremeños que tendrá lugar en nuestra región el próximo mes de mayo.

               La primera idea moderna de la creación de una Academia extremeña, al estilo de otras que funcionan en España, surgió hace bastantes años. Fue en la que se llamó I Asamblea de Estudios Extremeños, convocada por la Diputación de Badajoz en 1948, y a propuesta de un extremeño ilustre, ya desaparecido, Joaquín Montaner[1]. Dicha idea no dejó de ir madurando en la mente de nuestros intelectuales. Antonio Rodríguez Moñino y Miguel Muñoz de San Pedro, Conde de Canilleros, de tan inolvidable memoria trabajaron en la idea con persistencia.

               En el Congreso de Estudios Extremeños celebrado en Plasencia en 1970 se volvió con brío a la antigua idea y el Pleno recogió en una de sus conclusiones la intervención de Manuel Terrón Albarrán, quien en una de las sesiones resumió la historia de la idea y perfiló las posibles líneas de realización. En dicho acuerdo plenario se encargó al Conde de Canilleros y al señor Terrón Albarrán la redacción de los estatutos que deberían quedar listos para 1972, en cuyo Congreso se aprobaría y pondría en marcha la Academia. Pero la muerte inesperada de Canilleros truncó nuevamente su consecución.

               Ahora se trabaja activamente en la ultimación de los estatutos y es propósito de los promotores que la Academia sea realidad en mayo próximo en el magno VI Congreso, ya convocado oficialmente.

               La idea de la Academia no es la de una institución fósil y sin sentido. Se trata de algo vivo y funcional, se trata de un instituto con prestigio, que deberá incrementar, y en la que los señores que estén implicados, como académicos, en ella pongan a su servicio trabajo y amor infatigables, en pro de una fecunda vida al servicio de nuestra cultura. Configurada nuestra región como ente preautonómico, en vías de conseguir en su día el autogobierno, la Academia será el instituto atento a todos nuestros valores regionales y por tanto útil a la hora de decisiones. Esa y no otra es la idea, noble y desinteresada idea, de sus promotores».