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DIARIO DE UN ACADÉMICO DE PROVINCIAS
Por
Antonio Viudas Camarasa
Académico Numerario, en posesión de la Medalla número 20,
de la Real Academia de Extremadura de las Letras y las Artes
APUNTES para una historia de la real academia
de extremadura
SELECCIÓN DE TESTIMONIOS
Testimonio
núm.15.
1980 diciembre.
Félix
Pinero: Los «Inmortales» Extremeños,
desairados. Extremadura, 4 de diciembre de 1980.
«La inauguración de la Real Academia de
Extremadura de las Letras y las Artes, que tuvo lugar ayer mañana en Trujillo,
ha sido, pese a todo, uno de los acontecimientos más destacados en el ámbito
cultural extremeño en las últimas décadas. Para Hernández Gil, primer académico
electo que leyó su discurso de ingreso, la creación de la Universidad y la
puesta en marcha de la Academia han sido los hitos más significativos para la
región en los últimos años.
Sin embargo, pese a la solemnidad del acto, es preciso constatar varias
notas significativas del mismo. La más notoria y comentada entre los
asistentes: la ausencia de los cuatro ministros del Gobierno —Universidades e
Investigación, Cultura, Educación y Sanidad y Seguridad Social— que, según
los organizadores tenían prevista su asistencia. No se han dado razones para
justificar lo que todo el mundo ha considerado un desaire más para Extremadura
y para la Institución naciente. Quizá la prolongación del debate de los
Presupuestos del Estado hasta altas horas de la madrugada de ayer, la reunión
del Grupo Parlamentario Centrista del Congreso para unificar criterios en torno
a la LAU y el proyecto de ley de divorcio..., podrían ser las razones
para ese «divorcio», distanciamiento y desconsideración de que ha hecho gala
una vez más con la región el Gobierno de todos los españoles. Ni siquiera el
hecho de que la región cuente con dos ministros en el Gabinete para que al
menos ellos respaldaran con su presencia la Academia creada por el Consejo de
ministros. Extremadura sólo cuenta como campo abonado para el voto, para las
excursiones de los fines de semana, para la demagogia triunfalista de
macroproyectos que no se cumplen, excepto aquéllos que no les interesan a
ninguna otra región o nacionalidad del Estado.
La familia real, empero, ha suplido con creces y con honor el olvido y la
descortesía de los ministros. A falta de la presencia de los Reyes, siempre
atentos a las manifestaciones de la cultura a tenor de la filosofía del «discurso
de la Corona», los Duques de Badajoz sellaron con su asistencia la contribución
regional a la unidad nacional, a la Historia, al Arte, a la Cultura, en
definitiva, de España. Los cinco primeros «inmortales» hubieran deseado la
presencia de sus Majestades los Reyes; pero, ante su imposibilidad, la hermana
de don Juan Carlos y su consorte, don Luis Gómez Acebo, han sustraído la
puesta en marcha de la Academia del ridículo honorable.
¿Qué decir de otras ausencias también significativas? La Universidad,
por ejemplo, sólo estaba representada por el rector y por el académico «in
pectore» doctor Andrés Ordax. Ni un decano, ningún catedrático, ningún
joven investigador..., cuando todos los académicos han resaltado la necesaria
relación Academia-Universidad y han hablado de la creación de la cátedra de
Historia de América.
La Junta Regional estaba representada por su presidente, Luis Ramallo, y
por el Consejero de Sanidad, doctor García Arroyo. Ni el Consejero de Cultura
ni el de Educación hicieron acto de presencia.
«No concibo la Academia como un reducto elitista de los consagrados»,
afirmaba Hernández Gil en su discurso de recepción, y proseguía: «En las
Letras y las Artes la última palabra corresponde siempre al género individual».
Hechas todas las excepciones de protocolo y falta de espacio físico del
marco inaugural..., la Academia no ha nacido con el arrope suficiente y digno
que necesitaba. Antes que su proyección hispanoamericana, deberá contar con el
respaldo de todos los extremeños representados por aquellas instituciones, como
la Universidad, que tienen mucho que decir en el ámbito de los fines propios
por los que nace. De lo contrario, la Academia sí será un grupo elitista de
elegidos que querían, ¿pero podrán llevar adelante su filosofía?
Los ministros «pasan» del «rollo» y a la Historia; pero la Academia nace y debe seguir, porque, en palabras del primer recipiendario, la lengua, la creación artística o literaria, no se impone: nace del genio individual, aquel que la Academia está llamada a promover, difundir y atesorar».