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2005
09 18
http://www.heraldo.es/heraldo.html?noticia=142087
RUANDA |
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Ruanda, una tragedia olvidada
Un país asolado por las catástrofes
que, once años después de sufrir un genocidio, sigue luchando por la paz y la
reconstrucción de su pueblo.
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Fotógrafo: CÁRITAS
En las diócesis de Ruanda se ayuda a la población
en la alfabetización
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Mª VICTORIA PASCUAL. Zaragoza | Libros
como "Ébano" de Ryszard Kapuscinski o películas como "Hotel
Rwanda" han vuelto a poner de actualidad la trágica historia de todo un
pueblo, el de Ruanda, que, dividido entre hutus y tutsis, acabó matándose sin
ninguna contemplación en 1994. Un genocidio que provocó una limpieza étnica
de un millón de personas, en su mayoría tutsis asesinados a manos de hutus,
aunque hubo violencia y excesos por las dos partes. También generó casi dos
millones de refugiados en la región de los Grandes Lagos de África.
En poco más de diez años, las cosas han mejorado relativamente gracias al
apoyo internacional. La ayuda española ha hecho que muchas familias que
sobrevivieron a la barbarie hayan podido .
reanudar, en la medida de lo posible, sus vidas. La ayuda humanitaria llevada a
través de todos los donativos de Cáritas en nuestro país durante once años
ascendió a 39.682.381 euros y ha servido para construir casas, mejorar los
cultivos, la salud y la enseñanza. Aragón, al explotar el genocidio en 1994,
respondió con 110 millones de las antiguas pesetas.
Además, varios misioneros aragoneses prestaron sus vidas a esta causa y
decidieron hacer las maletas para viajar a África. Javier Lamana, un aragonés
que ha venido a pasar unos meses a Zaragoza, es uno de ellos. Lamana lleva
varios años dedicándose a los demás, ha estado en muchos lugares y ahora
trabaja en el continente africano. El misionero aragonés dice que "en cada
misión se tiene que estar unos cuantos años porque requiere mucho tiempo
aprender la lengua nativa, sobre todo las africanas. Además, hay que hacerse
con la gente para no parecer un extraño. Se tiene que aprender a convivir con
ellos y a respetarlos". Lamana opina, desde su experiencia, que el modelo
de desarrollo tiene que ser distinto al de Europa porque son dos culturas
totalmente diferentes. Allí todos los días se vive la tragedia y, aunque este
zaragozano reconoce que hay momentos en los que se siente solo, su fe le anima a
seguir trabajando.
Tras el genocidio, en el que se exterminó a los hutus y tutsis partidarios de
un Gobierno de coalición, las cosas cambiaron. La vida cotidiana allí es muy
diferente a la española y esta tragedia agravó la situación, lo que multiplicó
el trabajo de los cooperantes. Según el misionero aragonés, "allí te
toca hacer de todo, porque para reconstruirlo, hay que atacar desde diversos
frentes". "Unos días hay que ir a por piedras para construir casas, o
ir a buscar un avión por carreteras sin asfaltar y con el riesgo de que si pasa
el avión y no estás, se pierde la mercancía. Pero gracias a esta ayuda se han
podido construir casas, antes de barro y paja, y ahora con cemento",
subraya.
La situación actual es muy difícil, algo que el cooperante aragonés achaca a
la dificutltad de .
desarrollo sin cooperación internacional. "Algo tuvo que ver con la
situación actual la intromisión de países ajenos a su cultura", afirma
rotundo.
Entre los problemas que encaran sus habitantes destaca la falta de educación.
La inmensa mayoría de la población es analfabeta y los niños que pueden ir a
la escuela tienen profesores con estudios hasta 5º ó 6º de EGB. Gracias al
apoyo internacional -en este caso al PMA (Programa mundial de alimentos de la
ONU)-, les llega comida a las colegios. Sin embargo, otro peligro les acecha:
los recursos no llegan para todo el curso. La necesidad es muy grande, pero la
picardía, también.
A pesar de que la región de los Grandes Lagos es una zona muy fértil y rica,
sus habitantes viven en la inseguridad de no saber si van a tener algo para
comer. Su base alimenticia consiste en el sorgo para hacer pan, los cacahuetes y
la carne. "Sobre todo, de vaca, pero también hay cabras y gallinas -relata
el cooperante aragonés-. Lo que no hay es cerdo, supongo que por influencia de
los árabes, aunque entre ellos no hay ninguno. Cuando hacemos una fiesta
matamos una vaca. Y pescado casi nunca se come porque, aunque hay ríos, no
tenemos neveras para conservarlo, por lo que no se puede pescar para vender, sólo
comemos cuando viene alguien en bicicleta y lo vende".
La subsistencia
En este país no existen los puestos de
trabajo típicos del "mundo desarrollado", cada uno tiene una serie de
ocupaciones con las que tiene que cumplir para poder subsistir. A Lamana, en
ocasiones, le toca cuidar animales o participar en labores del campo, pero también
colabora en otras actividades lúdicas típicas de la zona.
A partir de las siete de la tarde, cae el sol y el fuego se convierte en su
medio para poder seguir trabajando. Lamana relata: "Parece que tengan visión
nocturna, yo me tropiezo si no hay luz y ellos funcionan como un escáner.
Algunos afortunados tienen una linterna comprada en un mercadillo, pero funciona
con pilas chinas, que son las únicas que llegan y de muy poca duración, por lo
que no les sale rentable, si podemos hablar con estos términos".
Por eso, aunque desde 1994 Cáritas Española, entre otras organizaciones, ha
invertido grandes cantidades de recursos de todo tipo -humanos, técnicos y
financieros- en esta región, la situación no acaba de mejorar y todavía queda
mucho camino por andar.
La reconstrucción económica, política y social que exigen estas tragedias es
larga y costosa. Pero los que allí intentan ofrecer a la población un futuro
mejor no tiran la toalla. Personas como Lamana, que pueden dar testimonio de la
dificultad de la vida en África, quieren dejar bien claro un mensaje: "Hay
que seguir luchando por la paz, creando un ambiente de confianza entre los
diversos grupos y facilitando el diálogo".